25N: Los y las cómplices
Raquel Gallego, Confederació General del Treball del País Valencià i Murcia
“La parte de los crímenes”, así llama Bolaño a su cuarto capítulo en 2666. Las mujeres de “Santa Teresa” ocupan 372 páginas en mi edición, un centenar de mujeres, todas asesinadas; una tras otra relata su desaparición y el estado de los cuerpos hallados, con detalles, con dureza y una curiosa denuncia a esa forma de ver la vida como muerte.
Sinceramente, hubiera preferido comenzar el texto recomendando un libro escrito por una mujer; a cambio, profanaré mi vida personal femenina explicando por qué, hoy, cara al 25N, he elegido este libro.
Hace un par de años leía el libro 2666; me acompañó durante más de un año. Acostumbraba a leer de noche, después de dormirme con las páginas que solía durar un asesinato, me despertaba y la vida real parecía la pesadilla con la que me dormía cada noche, una tras otra, hasta 103 en España el año que empecé el libro y 95 el año pasado; este año llevamos 79 según feminicidio.net (https://feminicidio.net/listado-de-feminicidios-y-otros-asesinatos-de-mujeres-cometidos-por-hombres-en-espana-en-2025/).
Casi parecía estoico leer noche tras noche lo mismo y, aun no existiendo “Santa Teresa” (aunque se ha identificado con Ciudad Juárez), sí existe el patrón: culpabilizar a las víctimas, olvidar la responsabilidad del autocontrol e incluso justificar los asesinatos, los y las cómplices… Nada de esto es cosa del pasado, ni fruto de una novela.
Así dice un personaje del universo Bolaño: “tener una idea del mundo, en cierta manera, es cosa fácil; todo el mundo lo tiene, generalmente una idea circunscrita a su aldea, ceñida al terruño, a las cosas tangibles y mediocres que cada uno tiene frente a sus ojos, y esa idea del mundo, mezquina, limitada, llena de mugre familiar, suele pervivir y adquirir, con el paso del tiempo, autoridad y elocuencia”.
No hay nada que podamos decir que nos las devuelva a todas, que las traiga de nuevo al centro de sus vidas sin el asesino, sin tener cerca a ese incapaz de ver más allá de su nariz, ese desecho humano que solo puede truncar la libertad de sus víctimas con un cuchillo, estrangulando, violando, ahogando e incluso descuartizando.
Hagamos luz por y para ellas y denunciemos a los cómplices, como el alcalde de Alpedrete en Madrid con sus declaraciones sobre la mujer asesinada en el municipio o la condenada Cristina Seguí por difundir datos de una mujer víctima de una violación grupal en Burjassot. Nosotras no podemos ser cómplices, no podemos callar o despistarnos a cambio de un minuto de silencio o un día de conmemoración. Todos los meses un pequeño grupo de mujeres ha estado saliendo a las calles de València, en silencio, sin protagonismo, tan anónimas que con sus caras tapadas y sus túnicas pueden cambiarse unas por otras, aunque hay algo que no cambia, el mural que siempre les acompaña: los nombres de mujeres asesinadas y que, puesto en el suelo, los viandantes se paran para ver horrorizados “mujer 30 años, asesinada por su pareja”, “niña de 4 años …”. Estupor, vergüenza y rabia, cada mes se añaden a su mural entre 2 y 3 carteles, a excepción del verano, que la crudeza se intensifica. Este verano 12 mujeres y un menor en España, “veraneando” con tu asesino. Así es que el tiempo libre se convierte para ellas en un infierno que aumenta las probabilidades de que les roben la vida, podrán buscar excusa, podrán decir con cinismo “él la quería”, pero solo serán cómplices de asesinato y estos últimos años aumentando uno tras otro la violencia vicaria, matar a los niños y niñas, ¡qué horroroso! Qué poco amor a la vida y cuánto egoísmo y ceguera les acompaña.




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