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CAIXABANK, cuando el tamaño es lo que importa

CAIXABANK, cuando el tamaño es lo que importa

Curioso y preocupante que las únicas voces que han manifestado algo de entusiasmo por el anuncio de fusión entre CaixaBank y Bankia hayan sido las de los dos sindicatos mayoritarios. Es de suponer que en este país hay más organizaciones de trabajadores, pero para qué preguntarles nada cuando la mayoría de los medios ya tienen quien les de las respuestas que esperan en cada ocasión. Para ser exactos hay que matizar que los lideres sindicales que se apresuraron a dar su bendición a lo que en realidad es la absorción de Bankia por CaixaBank han sido las dos cabezas visibles del sindicalismo fetén en el territorio valenciano.

Los vaticinios más rigurosos lo que auguran es el cierre de centenares de oficinas y la destrucción de miles de empleos, aunque la mayoría sean mediante fórmulas de las llamadas no traumáticas; además del deterioro de los servicios que prestan a los clientes y un usurero incremento de las comisiones que se cobra a las personas titulares de una cuenta modesta, que son la mayoría. En solo unos años hasta nos parece normal que nosotros paguemos al banco por dejarle nuestro dinero, en lugar de que sea la entidad la que nos abone los correspondientes intereses en la libreta, como había sido siempre.

Pero a pesar de lo imparable del proceso de concentración y recortes del sector bancario, los teóricos representantes de las clases populares vienen a decir que es una suerte que el nuevo banco vaya a escalar puestos en la ya reducida lista de entidades bancarias, hasta situarse como líder de ese selecto club, y que mantenga su residencia oficial en Valencia, lo que al parecer lo convertirá en motor de la economía valenciana y una especie de salvavidas para sus sectores productivos.

Tampoco se ven mayores nubarrones para el empleo en el flamante banco, pues aunque se reconoce que puede haber algún excedente de plantilla ahí están y ya se ofrecen los experimentados agentes sociales para encontrar soluciones como las halladas en otras ocasiones parecidas.

Desde luego que la salida de un número considerable de empleados es una consecuencia que los directivos de ambas entidades tienen prevista, puesto que reconocen que les sobran entre 7.500 y 10.000 trabajadores y, para estar preparados, se han reservado unos 4.000 millones de euros para esa contingencia, en la que también el Estado tendrá que poner su aportación a la destrucción de puestos de trabajo en un sector que todos los años encabeza el ranking de beneficios empresariales. Una parte de esas ganancias lo son gracias a la eliminación en las últimas décadas de 80.000 empleos, el cierre de sucursales en barrios y pueblos y el cobro de elevadas comisiones por cualquier servicio que prestan.

No puede suponer ninguna garantía el compromiso de sindicatos que confunden la lucha con el pacto y que en anteriores fusiones acabaron aceptando bajas de personal que sí fueron traumáticas porque no todo el mundo pudo jubilarse anticipadamente. Tampoco parece una anécdota casual que fuese en la etapa de la fusión de la antigua Bancaja con Caja Madrid donde se produjo el escándalo de las tarjetas negras con las que los consejeros (algunos de partidos y sindicatos de izquierdas) sacaban dinero sin límite ni control.

El mayor tamaño de los bancos no supone ninguna ventaja para la sociedad, pues cuando teníamos multitud de pequeñas cajas de ahorro, rurales y cooperativas no sólo el trato al cliente era más directo y humano, sino que una parte de sus beneficios se destinaban a proyectos sociales, culturales y deportivos del territorio donde residía la entidad. Hoy, con los grandes bancos, te remiten al cajero automático y hasta el supuesto regalo de sartenes y toallas ha desaparecido.

Antonio Pérez Collado

Artículos Perecederos

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