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Entre el catastrofismo de la derecha y el triunfalismo de la izquierda

Entre el catastrofismo de la derecha y el triunfalismo de la izquierda

Antonio Pérez Collado, CGT País Valencià i Murcia

Ves a los portavoces y líderes del PP y del PSOE en los debates del Congreso o escuchas sus declaraciones a los medios y te entran serias dudas de si ambos están hablando del mismo país, de su situación económica y política. Para la derecha cualquier propuesta o iniciativa del actual gobierno significa, de forma automática, el hundimiento del empleo, la ruptura de España o la condenación eterna. Por el contrario, cuando los que nos explican la actualidad son alguno de los dos partidos que forman el gobierno más progresista que los tiempos han conocido, sucede lo contrario; todos los indicadores económicos nos colocan entre los países que más avanzan, los datos de contratación son cada día mejores y las ayudas y servicios sociales posibilitan que aquí no se quede nadie atrás.

La estrategia de los populares peca bastante de machacona y exagerada, puesto que no se cuidan de disimular un poco sus nada ocultas intenciones de desgastar al PSOE y llegar, lo antes posible, a una nuevas elecciones generales en las que, basándose exclusivamente en sus deseos, confían en derrotar a Pedro Sánchez y así colocar a Núñez Feijóo (o a quien le sustituya si sus propios correligionarios se lo cargan) en la Moncloa. Tal exceso de optimismo necesitaría para materializarse como mínimo de la alianza con Vox, puesto que C´s parece que camina hacia la desaparición y el resto de partidos no tienen intenciones de meterse en ese avispero.

En esa guerra de desgaste contra el gobierno social-podemita los peperos no creen necesitar propuestas ni argumentos: basta con negarse a cualquier pacto con el enemigo y ha defender lo contrario de lo que diga Sánchez; incluso si las iniciativas del PSOE son parecidas a las que el PP defendía no hace mucho, o aunque esas políticas sean apoyadas por otros partidos europeos hermanos del de Génova, 13. Como botones de muestra tenemos su frontal oposición a la subida del SMI, a las ayudas -simbólicas e insuficientes, todo sea dicho- para afrontar la crisis atribuida al Covid 19 y la posterior guerra de Ucrania, o el rechazo a la excepcionalidad ibérica para el control de los precios del gas, que tuvieron que disimular cuando la UE consideró adecuada la propuesta de los gobiernos portugués y español.

Esta oposición permanente a todo lo que proponga el gobierno central se complementa con las medidas que adoptan los poderes ejecutivos de las comunidades con gobiernos populares (Andalucía, Madrid, Castilla y León, Murcia y Galicia) en las que se responde con rebajas o eliminación de los impuestos a los que el gobierno de coalición aprueba aplicar aumentos relativamente suaves en sus tramos más altos: patrimonio, sucesión, nueva tasa a los beneficios de banca y eléctricas, etc.

En cuanto a la línea informativa del gobierno de coalición se aprecian unas directrices de sus equipos de asesores encaminadas a resaltar los buenos resultados de sus políticas, agrandándolos y maquillándolos hasta niveles sonrojantes. Y sonrojan a gran parte de su auditorio porque denotan una ausencia total de modestia y, sobre todo, porque tales éxitos son muy relativos y cuestionables.

No vamos a negar que las medidas que se han adoptado para elevar el salario mínimo o algunas pensiones y la eliminación de varios tipos de contratos temporales no tengan su punto positivo, eso es innegable, pero también es indiscutible que muchas de estas medidas estrella (como el Ingreso Mínimo Vital) no han llegado a gran parte de sus teóricos destinatarios y otras como la derogación de algunos aspectos de la reforma laboral (al final ni se ha derogado la del PP ni mucho menos la del PSOE) no ha logrado acabar con la precariedad en el empleo y los bajos salarios; ahora los contratos basura que aumentan son el de a tiempo parcial y el fijo discontinuo.

Tampoco se ha acabado con los desahucios y los despidos durante la pandemia, a pesar de las espectaculares ruedas de prensa para insistir en que aquí ya no se deja a nadie atrás. La cruda realidad es que seguimos teniendo la ley Mordaza, el despido fácil y barato, unas pensiones y salarios que hunden en la pobreza a un importante porcentaje de familias (mientras banca y grandes empresas disparan sus beneficios) y unos precios desbocados que amenazan con dejar a un creciente sector de la clase trabajadora no atrás, sino en el pozo de la precariedad.

Antonio Pérez Collado

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